Capítulo 10. El surgimiento del traje anatómico y la aceleración de la moda en el vestir

Jubón y calzas ajustadas al cuerpo, y unidas entre sí por cordones,
  permiten admirar las proporciones masculinas y realzar la apostura 
física. Del libro Las horas de Etienne Chevalier,
 pintado por Jean Fouquet (siglo XV), 
Museo Condè de Chantilly. 

Sólo una revolución se ha producido en la historia del vestido, sólo un cambio verdaderamente radical de concepto vestimentario; comenzó a mediados del siglo XIV y afectó simultáneamente al tempo de cambio formal indumentario y a la propia morfología del vestido:
-Se agilizó el cambio vestimentario, se aceleraron las innovaciones formales. Dicho de otro modo, surgió la moda en el vestir, es decir, el cambio sistemático de los estilos vestimentarios y la fascinación por las novedades. Aquí debemos recomendar el magnífico ensayo de Gilles Lipovetsky (El imperio de lo efímero, 1990), excelente tratado para comprender la hondura de esta revolución que ha terminado afectando a todos los productos comerciales.
El corpiño se ajusta al torso como redibujándolo, 
marcando pecho, cintura y caderas, así como 
la simetría por medio de una fila de botones. 
El escote amplio permite observar el nacimiento del busto.
Lápida de la tumba de Lady Margaret de Codham, 
1315, en la iglesia de María Magdalena (Gran Bretaña).
-El traje se volvió mayoritariamente anatómico. Opuesto al traje antiguo y altomedieval, que se basaba en la mera combinación de túnicas y mantos amplios que desdibujaban las líneas corporales, el traje dibujará y redibujará la belleza física acomodándolo a cambiantes ideales de atractivo sexual.


Razones que explican el aceleramiento de la moda en el vestir:
1. Políticas y económicas     En el siglo XIV las naciones europeas inician un período de prosperidad y estabilidad política y económica que se saldará con el surgimiento de las primeras naciones modernas: España, Francia, Inglaterra, etc. La revolución agrícola y técnica que se constata a partir del siglo XI va a permitir la generación de excedentes y, gracias a éstos, la segregación de un grupo de campesinos para destinar su trabajo al artesanado: el surgimiento de los gremios coincide con el resurgir de las ciudades. El comercio se agiliza y con él el intercambio de tejidos y adornos que expanden la imaginación de los sastres. El mismo oficio se perfecciona y especializa: en el siglo XIII había en París diez oficios relacionados con la indumentaria. Un traje de formas perennes y buenos materiales empobrecería a la industria del vestir; la moda, el sistema del cambio indumentario, precisa de novedades para volver obsoletos los trajes que ya poseemos y generar expectación y gusto por lo diferente.
2. Sociales     Repasamos brevemente algunas teorías sociales que explican la aceleración del cambio indumentario.
2.1. Teoría de la competencia social de Spencer. La hipótesis de Herbert Spencer dice que las clases inferiores, en particular la burguesía naciente de las ciudades, buscando respetabilidad y crecimiento jerárquico, imita las maneras y usos de la aristocracia, copia su traje y lo enriquece; como reacción, la aristocracia, a fin de mantener la distancia social, se ve obligada a cambiar de vestido, iniciándose así la cadena de los cambios de moda. La moda surgiría de la dialéctica imitación-distinción.
Estas teorías gozan de gran estima entre los estudiosos del vestido porque con el nacimiento de la moda en el vestir se multiplican las leyes suntuarias. Conocidas desde los tiempos de Solón, las leyes suntuarias obedecen a dos propósitos: contener el gasto suntuario en oro y sedas para reducir la inflación y mantener la distinción vestimentaria de las clases sociales. En todos los países europeos se dictaron pragmáticas suntuarias. Las redactadas por las Cortes de Valladolid en 1506 resultan particularmente interesantes porque establecen cinco clases sociales: los grandes del reino (realeza y grandes de título), los caballeros señores de vasallos, los caballeros y regidores de ciudades y villas, los menestrales y los labradores.
2.2. Teoría del despilfarro ostentoso de Veblen.  Según  Thorstein Veblen (Teoría de la clase ociosa), en la carrera por la consideración social, se tiende a gastar para que se vea que gasto, un truco fácil para exhibir el poderío económico. Es decir, una ley del consumo conspicuo (conspicuous consumption), exhibicionista. En paralelo podríamos traer la hipótesis de Pierre Bordieu (La distinción), quien responsabiliza de la moda no a una competencia entre clases inferiores y superiores, sino a un conflicto en el seno mismo de las clases dominantes.  
2.3. Teoría individualista de Lipovetsky. El humanismo coincide con la necesidad de autoafirmación del hombre moderno. La rivalidad social no compromete a unas clases contra otras sino a todos los individuos, los cuales hallan en el vestido un modo de expresar su personalidad, su individualidad. Lógica estética-individualista como lógica de la diferencia y la autonomía. Se puede leer en el ensayo arriba apuntado (El imperio de lo efímero).
Jubón dicho de Charles de Blois (siglo XIV).  
Lyon, Museo de los Tejidos. 
Patronaje sumamente complejo: 28 piezas.
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Razones que explican la morfología anatómica del traje moderno:
Desde el siglo XII, el neoaristotelismo recuerda a los humanos que éstos y toda obra natural proviene de Dios, luego merece el atributo de bella y es legítimo que sea amada, en contra de la posición de la Iglesia respecto del cuerpo, que lo había menospreciado como fuente de pecado. Y sucedió que como las ansias de recuperar la belleza corporal para la mirada –las ansias de recuperar el desnudo, legítimo en los tiempos antiguos– chocaban con el pudor consolidado por la Iglesia, el problema se resolvió sublimando el desnudo al vestido: el traje devino antropomorfo, es decir, figurativo respecto del cuerpo humano, reflejo del desnudo. Síntoma de ello, la Iglesia reforzará sus diatribas contra los hábitos desvergonzados...


Podemos apreciar la tiesura del jubón.
Jean de Vaudetar, chambelán de Carlos V de Francia, le presenta c
omo regalo un manuscrito, iluminado por
Jean Bondol en 1372 (Museo del Libro, La Haya).

Capítulo 05: Indumentaria en el Mediterráneo: culturas cretomicénica, etrusca e íbera


Príncipe de las Flores; Tauromaquia, Palacio de Cnossos (Creta)
II milenio AEC  
1. INDUMENTARIA CRETOMICÉNICA
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El II milenio AEC en la Hélade pertenece a dos culturas: (1) la cretense o minoica, cultura isleña y comercial, y (2) la cultura micénica, continental y guerrera. Los segundos llegarían a convertir en vasallos a los primeros, pero adoptaron su gusto artístico, de ahí que podamos hablar igualmente de "indumentaria cretomicénica".
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Cuando la cultura minoica fue descubierta a principios del siglo XX deslumbró a los arqueólogos de todo el mundo, pues el concepto que subyace en su traje es opuesto al del vestido antiguo. El traje de los creteses busca la estilización anatómica. Pero no solo eso. Para empezar, el traje masculino era comparativamente menos interesante que el femenino, un rasgo insólito en la historia del vestido anterior al siglo XVII.
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En el llamado Príncipe de las Flores, encontramos el mismo gusto por los cabellos largos y meticulosamente arreglados de sus vecinos orientales. Su único vestido consiste en una pampanilla sujeta por un cinturón, y una suerte de slip para contener el sexo. Ambas prendas hemos de incluirlas en el capítulo de la cultura material antropomorfa: el calzón resulta marcadamente faliforme (no se encuentra una prenda tan acorde con la conformación del pene hasta las braguetas rígidas del siglo XVI) y la falda no cubre las caderas; sospechamos que la longitud de las piernas era una cualidad considerada atractiva, de modo que la pampanilla se abre por los costados para subrayar esa longitud. El cinturón tampoco encaja en el traje abstracto antiguo porque metamorfosea el talle disminuyendo su perímetro.
A
El traje femenino demuestra la misma obsesión por eliminar la adiposidad que se acumula sobre los músculos abdominales. Vemos corsés tan angostos como los del rococó, al tiempo que algún ahuecador permite a la falda mantener la forma de campana (¿un miriñaque?). También por primera vez las mangas son independientes: el traje no integra los brazos, comprende su anexión al tronco del individuo y no elude esta anexión. Los senos, empujados por el corsé, se exhiben en todo su tamaño.
Detalle de "Diosa de las Serpientes", Museo de Heraklion

La influencia del traje minoico en la Hélade puede constatarse desde el siglo XV AEC hasta bien entrado el primer milenio anterior a la Era Común. Todavía la Dama de Auxerre  presenta peluca al gusto egipcio y corsé al gusto cretense (siglo VII AEC).
Dama de Auxerre, Louvre
En el lateral de un sarcófago aparece una escena ritual.
Curiosamente, cuatro personajes visten konakés
mesopotamio. Sarcófado de Hagia Triada, Museo de Heraklion

Diosa de las Serpientes, Museo de Heraklion (Creta)




Estatuas oferentes halladas en Monte Acuto Ragazza (Bolonia, Arqueológico)























I milenio AEC
2. INDUMENTARIA ETRUSCA     Con anterioridad a la dominación romana, los etruscos y las gentes de Italia vestían trajes de lana parecidos a los que hemos visto en Mesopotamia. Las representaciones nos permiten hablar de mujeres vestidas con faldas relativamente estrechas, blusas y mantos semejantes a los que encontraremos en el traje ibérico, pero también túnicas y vestidos muy largos que se acortaban mediante ablusamientos como una túnica peplo; el manto vestido sobre la cabeza para velar el cabello será una costumbre que se prolongará entre las mujeres castas griegas y romanas (fig. 7). El traje masculino, siempre menos cubriente que el femenino, se compone de faldas y el imoprescindible manto diagonal, válido para la cama y para el frío en el exterior.


Los vestidos se ablusan sobre las rodillas y los mantos envuelven las cabezas:
Fresco de una tumba de Ruovo (Nápoles, Nazionale)


Dama del Cerro de los Santos
(Madrid, Arqueológico)
 I milenio AEC
3. CULTURA ÍBERA      Antes de que los romanos se instalaran en la Península para regirla, ya nos habían visitado fenicios, griegos y cartagineses. No obstante, ninguna de estas influencias explica la originalidad de la cultura íbera, que privilegia la representación de la mujer frente a la del varón (¿cultura matriarcal?) y la representa ataviada con un lujo de joyas sin equivalentes en toda la Antigüedad: Damas de Elche, de Baza y del Cerro de los Santos.


Fuentes bibliográficas      
Boucher, François, 20.000 Years of Fashion, New York: Abrams, 1990; Vives Boix, Francisco, La Dama de Elche en el año 2000: Análisis tecnológico y artístico, Valñencia: Gorgona, 2000. 


Capítulo 06: Grecia y Roma en la Antigüedad Clásica


Hojas de acanto finamente reproducidas en un capitel compuesto (Madrid,
Oratorio del Caballero de Gracia). Fotografía de Frikipiedras.
El arte clásico se inaugura a mediados del siglo VI AEC, cuando tanto la figuración narrativa (retratos, escenas) como un buena parte de la decorativa (grutescos, roleos) comienza a emplear sistemáticamente el estilo que en lenguaje académico denominamos "naturalista" y, en lenguaje popular, "realista". Se trata del estilo que intenta reproducir los objetos con mayor precisión posible dentro de las posibilidades de cada técnica (por ejemplo, un tapiz rara vez logrará recrear una imagen con detalle fotográfico). El encumbramiento del estilo naturalista con sus adornos ricos en detalles no supuso el abandono del estilo geométrico: esquemáticas grecas, palmetas y olas continuarán adornando frisos, como son geométricos la mayoría de los ornamentos que componen los famosos órdenes decorativos de la arquitectura (dórico, toscano, jónico y corintio; solo el último incorpora hojas de acanto, en principio para ser talladas con estilo naturalista). 
a
La indumentaria que estudiamos en este capítulo coincide con el desarrollo de la figuración y decoración clásicas, pero carece de algo que permita calificarla como "clásica", salvo por la coincidencia cronológica y espacial. 
En general, la indumentaria del milenio 500 AEC - 500 EC en Grecia y Roma se compone sobre todo de pedazos más o menos rectangulares de tejido que se enrollan en torno al cuerpo o penden desde él. Debe en consecuencia considerarse el traje grecorromano clásico una prolongación de la indumentaria egipcia.La decoración superficial no existe, o al menos no la refleja la plástica salvo en algunas caracterizaciones teatrales. Los paños yuxtaponen su volumetría y colores. No se emplean tocados salvo en atuendos rituales, principalmente religiosos, ni pelucas 
Caballeros con quitones ablusados por medio de dos cinturones; 
en la espalda, clámides; mujer con peplo ampliamente ablusado
Mercurio, Euridice, Orfeo (París, Louvre).

1. Grecia y el Imperio macedónico 

EL VESTIDO     No se tiene noticia de prendas interiores en Grecia.
La prenda fundamental es la túnica, que recibe dos nombres: peplo y quitón. No está claro en qué se diferencian pero la mayoría de los textos reserva la primera voz para las túnicas muy largas de las mujeres y la segunda para todas las demás, sean femeninas o masculinas. El peplo era una túnica
Quitón ajustado bajo el busto, 
como lo recuperará la moda 
Imperio después de 1800: 
Afrodita cuidando de Eros en una figurilla 
de Tanagra (Londres, Británico).
talar (es decir, larga hasta el talón) y consistía en un rectángulo de tejido doblado por la mitad bajo una axila y cuyas dos mitades pendían de los hombros por medio de fíbulas o unos puntos de postura. Una estudiada colocación sobre el cuerpo producía hermosos efectos ablusados, para los que se empleaban uno o más cinturones ocultos. El quitón se relaciona más a menudo con túnicas ligeras, incluso de lino, adecuada para los meses de calor. No está clara la designación sexual del quitón: en general, el quitón largo hasta las rodillas y principalmente de lana sería el preferido de los hombres, y el chitón de lino y siempre talar (hasta los talones), el adjudicado a las mujeres
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Demóstenes con palio

(Copenhague, Gliptoteka).
Sobre la túnica, el único tipo manto de que disponían  la mujer griega era el himation, más conocido desde los romanos como palla o palio, este último término asumido por la lengua española. Su marido también lo vestía, y algunos hombres como Sócrates y numerosos filósofos a imitación suya, no vestían absolutamente nada más: manta en la cama, devenía manto sobre el cuerpo. Sin embargo, no lo usaban los caballeros: la dignidad militar se distinguía con la clámide. Ésta procede de la antigua capa militar mesopotámica y se afianzará como símbolo castrense en el Imperio Romano, cuando será rebautizada como paludamento.
Los griegos rara vez se tocaban salvo para evitar el sol (pétaso o sombrero con ala) y, salvo los militares, se calzaban poco y siempre en interiores a fin de no estropear las sandalias.
Doríforo, por Policleto, siglo V AEC.
Nápoles, Arqueológico

LA DESNUDEZ EN GRECIA    La más sorprendente de las costumbres indumentarias griegas era la tolerancia de la desnudez integral masculina en ámbitos que entonces consideraban exclusivamente viriles, sobre todo, el deporte. Esto supone que, aunque en otros contextos se vistieran, lo hacían por adecuación social vestimentaria, o sea, por pudor social, no por incomodidad hacia la propia desnudez. Más aún, los griegos se representaban a sí mismos desnudos, incluyendo a sus prohombres, gobernantes, héroes y dioses. Verdaderamente convertieron la desnudez en su traje macional. Este fenómeno carece de precedentes en la historia de la humanidad y tampoco coordina con las costumbres indumentarias de su tiempo. Sus vecinos y odiados enemigos, los persas, proseguían la tradición del pudor mesopotamio y siempre se representan enteramente vestidos. Por una vez en la historia, el desnudo ganó la partida al vestido.   
 

Luchadores en una cerámica griega. San Petersburgo, Hermitage
¿Cómo se logró algo semejante? Lo desconocemos. Existe una leyenda que explica el origen de esta costumbre: Orsippos de Megara ganó una carrera olímpica desnudo, porque se le había caído la pampanilla en los últimos metros y no se arriesgó a perder la competición retrocediendo para recogerla. También sabemos de razones que seguramente ayudaban a sostener esta costumbre: (1) la admiración por el cuerpo masculino, considerado más bello que el femenino a decir de los filósofos más eminentes (Aristóteles entre ellos), (2) la etnofofia contra los persas, pueblo pudoroso y enemigo. Pero ninguno de estos argumentos resulta plenamente convincente.
Sí está claro qué significa la desnudez en la iconografía. Ya los faraones eran representados con el pecho desnudo y siempre atlético con independencia de la edad que tuvieran: se representaba un ideal de faraón y el pecho musculoso desnudo significada juventud inmortal y capacidad guerrera. Los griegos continúan y amplían el símbolo de la desnudez egipcia. Despojado de ropas, el héroe griego, cuyo más famoso representante artístico quizás sea el Doríforo, se instala en una imagen atemporal y universal (las ropas siempre significan un tiempo y lugar precisos) del varón perfecto, armonía formal y equilibrio psicológico. 
Praxioteles, Adrodita Knidia, siglo IV
AEC, copia romana, Vaticanos
Las mujeres no gozaban de esta prerrogativa. El mito de Acteón, joven crudamente castigado por la diosa Diana al sorprenderlo mirándola desnuda, prohíbe el desnudo de la mujer ciudadana, invariablemente casta. De hecho, la obra de arte más subsersiva y escandalosa de la historia antigua de Grecia es una mujer desnuda. Si comparamos la Afrodita Knidia (obra de Praxiteles) con sus equivalentes masculinos (por ejemplo, el Doríforo de Policleto, o el Hermes del mismo Praxiteles), nos comunican actitudes diametralmente opuestas. Los varones se muestran cómodos: abren el pecho con extroversión; por el contrario, las líneas compositivas de la Afrodita, curvadas hacia el interior, sugieren el pudor de la diosa. Es decir, ni siquiera a la diosa de la sexualidad le viste su desnudez.
Alejandro Magno, copia del realizado
por Lisipo ha. 325 AEC. Estambul, Arqueológico


LA IMAGEN DE ALEJANDRO     El griego más admirado cambió la imagen de los griegos. Antes de él, los griegos peinaban barba, pero como Alejandro se afeitó, todos los griegos y después los romanos, rechazarán la pilosidad facial. La moda de la cara tersa se extendió durante casi cinco siglos, hasta que el emperador Adriano recuperó para sí la imagen de Pericles. Durante el tiempo de la moda sin barba, solamente la lucían los filósofos, pues consideraban que la barba, al crecer naturalmente sobre el rostro masculino, ofrece una imagen más natural y humilde. 


Peplo y palio o palla
Dama romana (Madrid, Prado)
2. el Imperio Romano    Los romanos, poseedores del primer imperio bien comunicado, legan para la historia una cultura de síntesis que combina rasgos mediterráneos, nórdicos y orientales. No obstante, como el arte helenístico era el que gozaba de mayor prestigio entre nuestros antepasados latinos, también el vestir romano se relaciona mayormente con el griego que con el de sus vecinos bárbaros.
ROPA INTERIOR     El ajuar de los romanos pudientes ha crecido considerablemente comparado con el griego. La ropa interior, aunque muy sencilla (meras bandas de tejido que sujetan el pecho o protegen el sexo) y en ningún caso prendas antropomorfas, dio lugar a un número sorprendente de términos: mamillare y fascia pectoralis (literalmente, faja de pecho), subligaculum (calzoncillo), interula (túnica interior, precedebte de las camisa). 
Pampanilla (subligaculum), modo de colocarla desde los tiempos más remotos. 
Tomado de: historia-moda.comocubriruncuerpo.org.

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CIUDADANOS     El manto más famoso de los romanos, y quizás de todos los tiempos, fue la toga, símbolo de la ciudadanía masculina. Inmenso y pesado chal, siempre de lana y blanco, daba trabajo al artesanado más próspero de las ciudades romanas: el gremio de los lavanderos de togas, que las blanqueaban con orines y otros productos repelentes. La toga era obligado vestirla con la ayuda de una mujer o un esclavo a causa de sus dimensiones y peso, y suele escribirse que las estatuas de los emperadores servían de modelo para ajustarla con propiedad. A partir del siglo III EC detectamos su declive en favor de una toga menos ampulosa (toga contabulata), pero sobre todo exonerada por el sencillo palio griego, de lejos más ligero y manejable. 
Domitius Ahenobardus, I EC, Louvre
Senador, siglo III, Roma, Nacional

No hay nada especial que decir sobre las túnicas romanas masculinas, en principio idénticas a las griegas. Por su parte, las mujeres ciudadanas presumían de su envidiable condición con el vestido llamado estola de morfología aún no esclarecida, posiblemente una túnica con tirantes, con cola o con ambas cosas; sabemos que la estola poseía institae, pero ¿a qué se refiere este término?, se preguntan los estudiosos del vestido. El manto femenino es el mismo palio que usaban las griegas; las romanas lo denominaban palla. En cuanto al peinado, este fue muy imaginativo en los siglos gloriosos del Imperio, aunque gozaba de mayor fama el moño sencillo.
¿Tirantes eran las institae?
Apariencia de tirantes en el vestido de esta
figura hallada en Isola Tiberina
(Nápoles, Arqueológico)


Dama. Retrato mortuorio,
 siglo II EC (Los Ángeles, Getty).


Dama (Museo de Estambul).




















TRAJE RITUAL
Adultez     En Roma, mediante una dedicatoria, las jóvenes consagraban a la diosa Virgo (Fortuna Virginalis) sus ropas infantiles y eran investidas con la estola de la matrona. Una ceremonia similar para los muchachos consistía en vestir por vez primera la toga y la consagración de la primera barba. Esta celebración masculina, conocida ya en Grecia, se denominaba depositio barbae.
Matrimonio     La víspera de la celebración, la novia se acostaba con una redecilla y la túnica dicha recta, blanca y sencilla, sin ablusamientos. La tradición exigía que tanto la redecilla como la recta hubieran sido tejidas por la propia novia en el antiguo telar vertical. A la cintura, un simple cíngulo de vellón (como en nuestros antiguos trajes de comunión) atado con el nudo de Hércules promovía mágicamente la fertilidad, pues el imbatible héroe mitológico llegó a engendrar setenta vástagos. El color blanco estaba asociado en Roma a la pureza, la castidad y los dioses favorables, y simbolizaba la inmadurez sexual. Ya entonces la prenda nupcial más característica de la desposada era el velo; pero mientras las cristianas se ocultaban con un velo blanco, las novias paganas se celaban tras un velo amarillo anaranjado (flammeum).
Marco Aurelio en un sacrificio. Procedente 
del Arco de Marco Aurelio (Roma, Vaticanos).
Luto     En Grecia como en Roma lo decoroso en los trances luctuosos era vestir la túnica de algún color oscuro y sin cinturón. Los cabellos cortos significaban luto en la mujer. También existía una variedad de toga para los funerales, la pulla o sordidata, de color oscuro y que en algún momento de la historia  caracterizó también a los reos.

1Vestal cubierta con suffibulum.
Sacrificios     No existen prendas específicas de uso religioso. En Roma los sacerdotes ejecutaban los sacrificios con la cabeza velada por un pliegue de la toga. Algunos auxiliares de los sacerdotes se tocaban con un alto gorro cónico; acaso no resulte aventurado atribuirle el origen de la mitra episcopal. Las vestales se cubrían con una toca blanca que permitía ocultar el cabello, de nombre suffibulum
a
Tropas ligeras con pantalones femorales; infantería protegida con lorigas de segmentos: 
Columna de Trajano, siglo II EC (Roma)
INDUMENTARIA MILITAR      Los elementos protectores de los valientes romanos eran los siguientes: cascos para la cabeza, corazas o lorigas para el tórax, haldetas o lambrequines de cuero para las caderas, grebas para las pantorrillas y sandalias para los pies. Aquí no vamos a estudiar con detalle estos trajes, pero destacaremos al menos la diversidad de corazas: cota de mallas, coraza metálica antropomorfa, coraza de escamas, y la más romana de todas, invención abolutamente original, la coraza de segmentos. Ya dijimos que la capa clámide griega se bautiza al latín como paludamento. Por fin, destacaremos la relevancia de los militares destacados en las fronteras en la asunción de prendas de vestir con mangas y perneras, indumentos propios, según prejuicio grecolatino, de extranjeros dudosamente civilizados. 
La importancia simbólica del pecho 
 masculino queda patente en la coraza de placas.
Octavio Augusto de Prima Porta (Vaticanos)

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INDUMENTARIA EN LAS PROVINCIAS EXTRANJERAS     Hemos de distinguir entre los extranjeros del norte y los extranjeros orientales. Por la rudeza de su cultura material y no en menor medida por su talante indómito, los primeros inspiraban repugnancia a los exquisitos grecolatinos. Los segundos, por el contrario, heredaban una cultura del adorno sumamente refinada.
Casullas, túnicas, largos pantalones y melenas caracterizan a los bárbaros
del norte de Europa:Columna de Trajano.
Dibujo extraído de luntfort.wordpress.com.
Bárbaros o extranjeros del norte     Los grecolatinos asociaban al traje de los bárbaros el gusto por las pieles, que ellos nunca usaban salvo para calzado y efectos militares, y particularmente la utilización de pantalones, una prenda antropomorfa y contraria a la tradición mediterránea del traje abstracto respecto de la morfología corporal. Pero las ventajas de los pantalones resultaron tan obvias que pronto los valientes romanos los adoptaron. En distintas ocasiones se dictaron leyes suntuarias al objeto de limitar el uso de pieles, pantalones y unas botas blandas denominadas zanchae en las ciudades romanas; esta legislación la ha estudiado José Luis Murga y opina que el objeto de estas pragmáticas tardías fue simplemente el de contentar a los conservadores. En la figura 16 los guerreros nórdicos visten también una especie de poncho, la casulla.
Dama, estela procedente de Palmira, siglo III. Washington, Smithsonian
Casullas en los manuenses y emoperador
 con toga contabulata
Díptico de Probiano, año 400, Berlín (Estatal)
Bárbaros o Extranjeros de oriente: anaxyrides. Primero Alejandro Magno y después los generales romanos anexionaron los distintos territorios de Siria y Mesopotamia constituyendo las provincias orientales. La cultura grecolatina se constata en ciudades tan lejanas como Palmira, Dura Europos y Hatra. No obstante, en ningún caso estas invasiones consiguieron aniquilar los fundamentos indumentarios de la civilización parta; los orientales continuaron demostrando su afición por el bordado y el color. Una dama de Palmira, por ejemplo, sabía combinar el cortinaje de la estola y la palla con pesados brazaletes y collares, y tocarse con las voluminosas coronas que más tarde legarían al estilo hiperdecorativo de la corte bizantina. Además del gusto por la decoración recargada, se mantuvieron vigentes los pantalones anchos orientales (anaxyrides), como puede verse en el famoso fresco de la sinagoga de Dura Europos, combinados con caftán, genuina tradición persa. 

17. Atuendos de tradición persa (caftán, túnicas de mangas) y romana (dalmáticas, palios).
 Sinagoga de Dura Europos, siglo III EC (Siria).
INDUMENTARIA EN EL BAJO IMPERIO      En los siglos finales del Imperio el traje romano revela un estilo sincrético, mezcla de caracteres mediterráneos y bárbaros. Paulatinamente se han ido adoptando numerosas prendas extraídas de las provincias: los pantalones cortos para el fémur o femorales (femoralia), a los que se habían acostumbrado los jinetes del ejército, pero también los pantalones anchos y talares (braccae), la túnica de mangas largas (dalmática), el manto tipo poncho (casulla, de donde la esclesiástica). No se imitaron las melenas de los bárbaros del norte.
A
IMAGEN DE JESÚS      Con estos elementos las autoridades de la Iglesia cristiana comenzaron a ilustrar la figura del profeta Jesús. Lo vistieron con dalmática y palio, como un sabio, y lo dotaron de un rostro joven y apolíneo, porque Apolo había sido el dios de la luz para los paganos, y se buscaba la comprensión del nuevo ídolo. Sin embargo, a finales del siglo V, se resolvió modificar la cabeza de Jesús: el llamado Cristo siriaco, conocido desde entonces por su barba y cabellos largos, nació como una aproximación iconográfica historicista: se pensó que habiendo sido Jesús un rabino sirio, debía de haber llevado barba y melena. Y a imitación suya se dotará de barba a la imagen de los santos y apostoles que se representarán en el futuro, así como a la de los reyes cristianos de la Edad Media y la Edad Moderna.  
Las primeras representaciones de Jesús lo caracterizan barbilampiño, muy joven y vestido como filósofo 
o maestro, pero a todo lujo: túnica dalmática y palio púrpuras con galones dorados: 
mosaico del ábside de San Vital de Rávena (Italia, siglo V).