Capítulo 19. Francia bajo Luis III y Luis XIV (1625-1725)



Fuentes     Maguelonne Toussaint-Samat, Historia técnica y moral del vestido, 1990; François Boucher, 20.000 years of fashion, 2001 (1964); Max van Boehn, La moda, 1924
El ministro Colbert (por Mignard, 1685, Versalles),
a quien Francia debe en gran medida su fama
indumentaria, luciendo una hermosa corbata
de encaje y una primorosa peluca.


Encaje     La expresión más onerosa del lujo indumentario en el siglo XVII era el encaje. Resultaba tan caro que España prohibió su importación en 1621 (supuso el abandono de la gorguera por la golilla) a fin de contener la sangría de capitales que salían del reino para engrosar las arcas de los centros encajeros, Flandes y Venecia. Francia también se desangraba por culpa del encaje. Pero en 1661, en Alenzón, Madame La Perriere consiguió imitar el encaje de Venecia con tanto éxito que en pocos años ya había más de 8.000 vecinos dedicados a su producción. Y a continuación Colbert, valido de Luis XIV, supo consolidar esta principal industria del lujo importando 200 encajeras de Flandes y 30 de Italia (las últimas llegaron en estado de pánico, pues el gobierno de Venecia penaba con la muerte el exilio de sus encajeras) a fin de crear, siempre en el entorno de Alenzón, una industria de dimensiones suficientes para abastecer la demanda interna.  
A
Pelucas     La peluca ha quedado asociada a los siglos XVII y XVIII. La leyenda atribuye esta moda iniciada en 1624 a la calvicie del rey Luis XIII, con tanto éxito que en 1654 hubo que fundar en París el primer Gremio de Peluqueros. Bajo Luis XIV gustaban las pelucas rubias que otorgaban al caballero una efigie aleonada. Al principio las pelucas se realizaban con cabello natural, pero más adelante, el temor a la procedencia del cabello (por ejemplo, fallecidos por peste) impulsó las pelucas de lana y crines.  
A
Seda lionesa     Después de siglos dependiendo de la seda italiana, en la primera mitad del siglo XVI y reinando Francisco I, Francia comenzó fomentar su industria sedera nacional, con centro en la ciudad de Lyon. No obstante, los precios de los tejidos que producía no podían competir con los italianos porque Francia carecía de materia prima. A principios del siglo XVII, dos hombres de confianza del rey Enrique IV decidieron invertir en campos de morera; además, los elegantes franceses ya podían prescindir de las importaciones italianas porque Lyon era capaz de imitar cualquier seda. El gran Colbert impulsó esta industria dotándola de normas y regulaciones tanto para los trabajadores como para los productos. En 1660 se censaron 3.019 maestros obreros que poseían 10.000 telares. "Desde entonces Francia dictó la moda, es decir, la corte francesa y los sederos de Lyon que trabajaban para ella", escribe Toussaint-Samat. El siglo XVIII consagró definitivamente a las sederías de Lyon, cuya creatividad se vio impulsada por el gusto rococó.      

F. Elle, Enrique II de Lorena, 1631.
Jubón de mangas y pecho acuchillados,
con amplia haldeta. Vemos las agujetas
que atacan los calzones al jubón.
Evolución estilística     Podemos establecer claramente tres etapas estilísticas para el traje masculino (1625-50, 1650-75, 1675-1625) y dos para el femenino (1625-75, 1675-1625). Caracteriza a las primeras la desenvoltura, el contraste con la rigidez del vestir a la española; pero después de 1675 se recupera la rigidez. 

Cuello a la confusión luce el  
Caballero sonriente (Frans Hals, 1624).


















1625-1675 / El traje de mosquetero
a
Estilo deshabillé, informal. La rigidez de las gorgueras se desploma por medio de valonas y cuellos a la confusión (gorgueras no almidonadas). 
Van Dyck, Enriqueta de Inglaterra, 1635,
Londres (National Portrait G).

Diagonales contenidas en estos jubones,
tímida expresión de la moda francesa.
 Van Dyck, Hermanos Estuardo, 1638.
HOMBRES
1625-1650     Silueta romboidal: dos triángulos opuestos con base en la línea de caderas. El triángulo superior comienza con un sombrero de copa o montera; y si el hombre no está tocado, con una breve melena que busca una cabeza de volumen troncocónico. Debajo de ésta han desaparecido los hombros, eliminados visualmente por medio de valonas que resbalan hacia las mangas muy anchas del jubón, guarnecido de grandes haldetas. Los jubones ampliamente jironados apenas se abrochan en la parte alta y muestran la camisa con cierta negligencia por los golpes de las mangas y la pechera. El triángulo invertido tiene su base en las faldillas del jubón, que ocultan las ataduras de los calzones.
Los vestidos blandos permiten recogidos lánguidos.
H. Jansenns, Banquete campestre (detalle), 1649.
Peter Lely, Damas de la familia Lake, hacia 1660, Londres (Tate).
MUJERES
1625-1675     Escote ovalado (donde no se permita, cubierto con valona), vestidos superpuestos de grandes mangas y hombros resbaladizos, a juego con los jubones masculinos. La ausencia de verdugados permite a las faldas caer blandamente y ensayar recogidos. Las mangas gruesas y afolladas, se detienen a medio antebrazo.

Rhingraves vestidos por un muchacho
(Jan van Noordt, Joven, 1665, Museo de Lyon).




1650-1675 / El rhingrave     

La incorporación de los rhingraves, verdaderas faldas-pantalón, hace descender la horizontal desde la cadera hasta las rodillas: surge la silueta piramidal. Amplias cabelleras son en realidad pelucas. Los jubones se han reducido hasta convertirse en mínimos petos que apenas contienen los pliegues de las camisas. El adorno de este estilo es la cinta: lazos adornan los empeines de los altos zapatos de tacón y el bajo de los rhingraves.
Impactante contraste: la brillantez del primer estilo Luis XIV y la sobriedad española.
Adam Frans van der Meulen, Luis XIV y los embajadores de Suiza.




La familia de Luis XIV (pintor desconocido, 1715, Londres, Wallace).
Los últimos años del reinado de Luis XIV son de retorno a la austeridad,
 inspirada por la segunda esposa del rey, Madame de Maintenon.
En este cuadro vemos a la Duquesa de Ventadour, al rey y a su hermano. 


1675-1715 / El caballero diplomático    
A
HOMBRES
Las piezas del futuro traje formal de caballero ya están aquí, así como la preferencia por la repetición de tejidos y colores. Nuestra tríada masculina chaqueta-chaleco-pantalón tiene su equivalente en 1700: casaca-chupa-calzones (en francés casaque; doublet o pourpoint y culotte). Este jubón que con el tiempo dará lugar al chaleco del traje formal, ya posee, como éste último, una espalda de forro, y comparte con la casaca la vistosidad del adorno. Más adelante, según trascurra el siglo XVIII, la chupa perderá las mangas para devenir el chaleco propiamente dicho. El lazo de encaje ya constituye una prefiguración de la posterior corbata y en Francia, de hecho, empieza a denominarse cravat. Cuando uno de sus extremos se cuela por el ojal de la casaca se dice corbata a la Steinkerck. En Francia, la casaca más importante fue llamada casaca de privilegio: azul en el exterior y con forro rojo, como la que vestía a menudo el rey, era una concesión de la gracia real.
Bonnet, Condesa de Mailly, 1698.
Largillière, Hermanos Estuardo, 1695, Londres (National P.).
MUJERES     Rígido cuerpo apretado con corsé (cotilla sería la denominación historicista), decorado en el exterior con lazos, y faldas acampanadas por medio de tontillos (nueva denominación del antiguo verdugado). La sobrefalda (polonesa) se viste recogida y retirada formando cola. Abundancia de lunares en el maquillaje y altos peinados y cofias (a la Fontanges).
Corbatas a la Steinkerck.
Antoine Trouvain, Escenas de Versalles: colación, BNF.