Capítulo 10. El surgimiento del traje anatómico y la aceleración de la moda en el vestir

Jubón y calzas ajustadas al cuerpo, y unidas entre sí por cordones,
  permiten admirar las proporciones masculinas y realzar la apostura 
física. Del libro Las horas de Etienne Chevalier,
 pintado por Jean Fouquet (siglo XV), 
Museo Condè de Chantilly. 

Sólo una revolución se ha producido en la historia del vestido, sólo un cambio verdaderamente radical de concepto vestimentario; comenzó a mediados del siglo XIV y afectó simultáneamente al tempo de cambio formal indumentario y a la propia morfología del vestido:
-Se agilizó el cambio vestimentario, se aceleraron las innovaciones formales. Dicho de otro modo, surgió la moda en el vestir, es decir, el cambio sistemático de los estilos vestimentarios y la fascinación por las novedades. Aquí debemos recomendar el magnífico ensayo de Gilles Lipovetsky (El imperio de lo efímero, 1990), excelente tratado para comprender la hondura de esta revolución que ha terminado afectando a todos los productos comerciales.
El corpiño se ajusta al torso como redibujándolo, 
marcando pecho, cintura y caderas, así como 
la simetría por medio de una fila de botones. 
El escote amplio permite observar el nacimiento del busto.
Lápida de la tumba de Lady Margaret de Codham, 
1315, en la iglesia de María Magdalena (Gran Bretaña).
-El traje se volvió mayoritariamente anatómico. Opuesto al traje antiguo y altomedieval, que se basaba en la mera combinación de túnicas y mantos amplios que desdibujaban las líneas corporales, el traje dibujará y redibujará la belleza física acomodándolo a cambiantes ideales de atractivo sexual.


Razones que explican el aceleramiento de la moda en el vestir:
1. Políticas y económicas     En el siglo XIV las naciones europeas inician un período de prosperidad y estabilidad política y económica que se saldará con el surgimiento de las primeras naciones modernas: España, Francia, Inglaterra, etc. La revolución agrícola y técnica que se constata a partir del siglo XI va a permitir la generación de excedentes y, gracias a éstos, la segregación de un grupo de campesinos para destinar su trabajo al artesanado: el surgimiento de los gremios coincide con el resurgir de las ciudades. El comercio se agiliza y con él el intercambio de tejidos y adornos que expanden la imaginación de los sastres. El mismo oficio se perfecciona y especializa: en el siglo XIII había en París diez oficios relacionados con la indumentaria. Un traje de formas perennes y buenos materiales empobrecería a la industria del vestir; la moda, el sistema del cambio indumentario, precisa de novedades para volver obsoletos los trajes que ya poseemos y generar expectación y gusto por lo diferente.
2. Sociales     Repasamos brevemente algunas teorías sociales que explican la aceleración del cambio indumentario.
2.1. Teoría de la competencia social de Spencer. La hipótesis de Herbert Spencer dice que las clases inferiores, en particular la burguesía naciente de las ciudades, buscando respetabilidad y crecimiento jerárquico, imita las maneras y usos de la aristocracia, copia su traje y lo enriquece; como reacción, la aristocracia, a fin de mantener la distancia social, se ve obligada a cambiar de vestido, iniciándose así la cadena de los cambios de moda. La moda surgiría de la dialéctica imitación-distinción.
Estas teorías gozan de gran estima entre los estudiosos del vestido porque con el nacimiento de la moda en el vestir se multiplican las leyes suntuarias. Conocidas desde los tiempos de Solón, las leyes suntuarias obedecen a dos propósitos: contener el gasto suntuario en oro y sedas para reducir la inflación y mantener la distinción vestimentaria de las clases sociales. En todos los países europeos se dictaron pragmáticas suntuarias. Las redactadas por las Cortes de Valladolid en 1506 resultan particularmente interesantes porque establecen cinco clases sociales: los grandes del reino (realeza y grandes de título), los caballeros señores de vasallos, los caballeros y regidores de ciudades y villas, los menestrales y los labradores.
2.2. Teoría del despilfarro ostentoso de Veblen.  Según  Thorstein Veblen (Teoría de la clase ociosa), en la carrera por la consideración social, se tiende a gastar para que se vea que gasto, un truco fácil para exhibir el poderío económico. Es decir, una ley del consumo conspicuo (conspicuous consumption), exhibicionista. En paralelo podríamos traer la hipótesis de Pierre Bordieu (La distinción), quien responsabiliza de la moda no a una competencia entre clases inferiores y superiores, sino a un conflicto en el seno mismo de las clases dominantes.  
2.3. Teoría individualista de Lipovetsky. El humanismo coincide con la necesidad de autoafirmación del hombre moderno. La rivalidad social no compromete a unas clases contra otras sino a todos los individuos, los cuales hallan en el vestido un modo de expresar su personalidad, su individualidad. Lógica estética-individualista como lógica de la diferencia y la autonomía. Se puede leer en el ensayo arriba apuntado (El imperio de lo efímero).
Jubón dicho de Charles de Blois (siglo XIV).  
Lyon, Museo de los Tejidos. 
Patronaje sumamente complejo: 28 piezas.
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Razones que explican la morfología anatómica del traje moderno:
Desde el siglo XII, el neoaristotelismo recuerda a los humanos que éstos y toda obra natural proviene de Dios, luego merece el atributo de bella y es legítimo que sea amada, en contra de la posición de la Iglesia respecto del cuerpo, que lo había menospreciado como fuente de pecado. Y sucedió que como las ansias de recuperar la belleza corporal para la mirada –las ansias de recuperar el desnudo, legítimo en los tiempos antiguos– chocaban con el pudor consolidado por la Iglesia, el problema se resolvió sublimando el desnudo al vestido: el traje devino antropomorfo, es decir, figurativo respecto del cuerpo humano, reflejo del desnudo. Síntoma de ello, la Iglesia reforzará sus diatribas contra los hábitos desvergonzados...


Podemos apreciar la tiesura del jubón.
Jean de Vaudetar, chambelán de Carlos V de Francia, le presenta c
omo regalo un manuscrito, iluminado por
Jean Bondol en 1372 (Museo del Libro, La Haya).