La Contemporánea es la edad de las revoluciones: 150
años de revoluciones imbricadas unas en otras.
—La revolución
industrial provoca una revolución sociopolítica —aúpa a la burguesía, ahora
preeminente sobre la aristocracia— gracias al dinero.
Pero supone también una revolución urbana,
porque las fábricas requieren mano de obra numerosa, y deja los campos
despoblados.
—La revolución
social burguesa, a su vez, impulsa la necesidad de negociar a todos los
niveles en el competitivo mundo comercial. Impulsa una revolución
indumentaria: la renuncia masculina
a la decoración. El traje de los burgueses flamencos y holandeses (negro
por fuera: sobriedad; blanco por dentro: honestidad) se convierte en el traje
de todos los varones. El primer y más trascendente uniforme civil de historia de la indumentaria.
(Para profundizar sobre este asunto, lee el capítulo III del libro de Flügel
pinchando aquí. Una breve historia del traje
formal de caballero la encontrarás en este enlace: pincha aquí. )
En consecuencia, restringido su ajuar a unas pocas
hechuras, pocos colores y ningún adorno, se alcanza el mayor dimorfismo
sexual de toda la historia indumentaria.
Figurín de La Sílfide, revista de 1848. |
100 años no son nada. Ginger Rogers y Fred Astaire. |
—La revolución industrial incluye también la revolución editorial; máquinas
innovadores abaratan la impresión de textos y grabados y permiten el nacimiento
de los medios de comunicación de masas: revistas, periódicos, carteles… La
industria de la difusión vestimentaria y la industria de la confección
comparten ahora destino. Ambas necesitan que la ropa cambie y que lo haga a un
ritmo ágil que justifique tanto la compra de nuevas prendas como de nuevas
revistas. Fábricas y revistas
necesitan novedades para subsistir.
—La revolución
urbana también fomenta el desarrollo de personalidades artísticas
singulares. Se inscriben aquí el dandismo, cualquier variedad
contracultural indumentaria, el bloomerismo
sufragista y feminista, el vestir de las tribus urbanas. En el mundo
rural, el cambio formal indumentario carecía de sentido; mucho menos la
singularidad, cuando todos se conocen. Solo la ciudad, en especial la
metrópoli, explica la variedad de personalidades vestimentarias de la contemporaneidad, equivalente a la
variedad de personalidades artísticas que han dado lugar a las vanguardias.
—La revolución industrial favorece la democratización
de la moda. Tejidos más baratos y
prendas más económicas que van a permitir, muy poco a poco, que el grueso
de la población, de escasos recursos económicos y en consecuencia prácticamente
ajena al devenir indumentario, incorpore en su vestir algunos rasgos de la
moda. No obstante, la verdadera democratización de la moda no llega a
producirse hasta finales del siglo XX cuando inmensas compañías del diseño y la
distribución de ropa, sobre todo Gap, Inditex y H&M, desplazan la
producción de Europa hacia los países en vías de desarrollo africanos y
asiáticos.
—La revolución urbana también produce una revolución
en el mundo del espectáculo: primero grandes teatros de ópera y danza, luego
grandes teatros cinematográficos. A su vez los medios de comunicación permiten
una promoción sin precedentes de los artistas, y se descubre que las
celebridades lo venden todo. La moda
salta de los escenarios a la calle. Lo que mayor impacto vestimentario
causa en el espectador, entonces como ahora, es la asociación de un traje a una
estrella. En el siglo XIX había peinados “a lo Fuoco”, es decir, que imitaban a
los de Sofía Fuoco, bailarina. En tiempos recientes, Gaultier ha necesitado de
Madonna para exteriorizar una serie de artículos del vestido femenino que hasta
entonces habíamos considerado exclusivamente lencería.
—La revolución sanitaria se demora hasta entrado el
siglo XX. La penicilina y los rayos X de madame Curie comenzarán a salvar
vidas. Se superarán el sobreparto y la tuberculosis, el cólera, las epidemias
infecciosas. En 150 años se duplica la esperanza de vida de Occidente. En 200
años, se triplicará. Hasta 1945 había niños y mayores; ahora tenemos bebés,
niños, adolescentes, adultos jóvenes, maduros, ancianos... Numerosas
particiones que han promovido formas de vida diferenciadas y asimismo culturas
diferenciadas, cada una con sus aficiones y sus modas. Las empresas producen
objetos, en nuestro caso ropas, diseñados específicamente para un grupo de edad
concreto... Los contingentes poblacionales también se han multiplicado, la
densidad de las ciudades.
—La revolución industrial y urbana ocasionará, andando
el tiempo, las revoluciones y guerras de espantosa mortandad que nos han legado
la democracia con sufragio universal, es decir, la verdadera democracia, ya que en los primeros tiempos apenas se permitía votar a los varones más ricos. Primero, las revoluciones proletarias: demasiados humildes
unidos en las fábricas lograron vencer la resistencia de los abusos
empresariales por medios diplomáticos (sindicatos) o brutales (totalitarismo
comunista). La revolución sufragista o feminista es muy lenta, pero ha conseguido equiparar en derechos a la mujer. Cada revolución tiene su indumentaria: los comunistas
renuncian a la moda para superar el individualismo; las sufragistas asumen el
pantalón, los tejidos masculinos, el punto humilde del agro; los progresistas
de Occidente incorporan las ropas obreras (camisetas, vaqueros) al vestir
cotidiano.