Capítulo 23: El traje masculino en el siglo XIX

1828-1836
Todavía en esta primera fase se aprecia que la moda afecta al traje masculino de manera bastante notable, lo que nos permite estudiarlo asociándolo al traje femenino. En el Romanticismo, la mujer constituía la única verdadera depositaria de la moda y es quizás bajo su influencia que se fueron operando las muy leves modificaciones formales en el guardarropa de su pareja. 
Corsé y otras influencias de la moda femenina     La introducción del corsé se manifiesta tanto en el vestido femenino como en el masculino. Que realmente los hombres llegaran a vestirlo es una aseveración con escasas pruebas, pero a la vista de los grabados de moda no cabe duda de que los hombres aspiraban a competir con las mujeres en cintura de avispa y que esta aspiración no se agotó cuando menos hasta 1845. Otros elementos del vestir masculino que recuerdan a la moda femenina coetánea son las hombreras afaroladas (a juego con las mangas boina femeninas), las bocamangas estrechas y prolongadas hasta los nudillos, los cuellos solapas puntiagudos (recordemos las figuras triangulares de los corpiños), los sombreros de copa troncocónica (quizás por influencia de la jirafa femenina) y los enormes sobretodos.
Sombreros     Sombrero de copa con forma troncocónica invertida, es decir, más estrecho al final del tubo que en el arranque (5).
Cabello     Preferentemente rizado y tupé elevado sobre la frente; la barba, cuando aparece, se limita a dibujar la mandíbula de forma sutil; pocos bigotes y muy finos.
Chaquetas     Como deuda del estilo imperio deben destacarse los cuellos de los fraques y levitas, altos por detrás hasta proteger la nuca, y los cuellos de las camisas igualmente elevados que, esta vez por delante, invadían la mandíbula. Los hombros son afarolados (3, 4, 5).
Chaleco     Las chaquetas se lucían abiertas para exhibir el chalecos bordados y de color, único elemento fantasioso del traje (2).
Pantalones  (1)   Estrechos o muy estrechos. Para explicar las tres hechuras esenciales de los pantalones románticos se acompañan unos patrones debidos al sastre francés Vandael. Los dibujos sintetizan las partes delantera y trasera. Apréciese cómo la línea de espalda se levanta en arco convexo, sistema opuesto al de los pantalones actuales, y sin holgura en el tiro. Este patronaje permitía que el hombre realmente se embutiera dentro de sus pantalones.
Sobretodos     Los años treinta suponen el ocaso de los grandes sobretodos, capas y capotes, que dejan paso al gabán, al abrigo en sentido moderno que en realidad es una levita algo más grande. De esta década destacamos también los carriques o abrigos con esclavinas.



1836-1862
Después de 1836 se configura un modelo durable de caballero que ya no sufrirá modificaciones importantes hasta el siglo XX. El traje masculino se vuelve tan aburrido que hacia 1850 ha desaparecido de las revistas de moda y sólo puede rastrearse gracias a los tratados de sastrería y los retratos.
Sombreros     El sombrero de copa siempre con copa regular, es decir, de igual perímetro en la boca y en el remate (1, 2, 3). Le surge un competidor: los sombreros de copa baja para verano, cercanos al canotié (3, dcha.).
Cabello     Se abandona el tupé, el pelo se peina con raya lateral y se apelmaza sobre el cogote al tiempo que se abultan las guedejas de rizos laterales a juego con el peinado de bandós femenino (1, 4). Crecen las barbas y los mostachos, ahora de rigor, y a mediados de siglo, las patillas y carrilleras.
Chaquetas     Buscando una línea natural y suavemente holgada, las chaquetas se cortan sin remarcar los hombros, se reducen las solapas –ahora de cran regular– y se diversifican: además de la levita y el frac (1) sucesivamente aparecen el traje a la inglesa (4, fig. en primer plano), una suerte de cruce entre la levita y el frac, porque el faldón arranca desde la cintura (como en una levita), pero dibuja una diagonal hacia la espalda (como en un frac); y las levitillas o levitas cortas, cuyo aspecto, aunque todavía no su corte, las hace equivaler a nuestras americanas o blazer (3). Los fraques se ven paulatinamente reservados para las ocasiones más formales. 
Pantalones     Los pantalones estrechos reciben las competencia cada vez más severa de los holgados, dichos “de pliegues”, antepasado del pantalón clásico de caballero universal en el siglo XX. A menudo se confeccionan con tejidos de cuadros y rayas (3), otro clásico del vestir masculino actual que heredamos del Romanticismo.
 Chaleco    Éste se reserva la fantasía en el vestir masculino durante algunos años, pero termina por volverse tan serio como el resto del ajuar.
Terno     Surge el terno, el traje de chaqueta, chaleco y pantalón del mismo tejido, el traje formal de caballero que ha llegado a nuestros días. Lo ilustramos en la fase siguiente.
Sobretodos     Se generaliza la moda de los gabanes o paletós, los abrigos entendidos en sentido contemporáneo (4, figura del pintor y del compañero a su izquierda).