El estilo puntillista del Neoimpresionismo sugiere un análisis óptico del color. En este cuadro además inmortaliza las mangas globo de 1893-1895. Paul Signac, Mujer con parasol, 1893 |
BIBLIOGRAFÍA Boucher, François, 20.000 years of fashion, New York: Abrams, 1995; Lehnert, Gertrud, Historia de la moda del siglo XX, Colonia: Könemann, 2000: Abrams, 1995; Pena González, Pablo, "Vestido modernista y art decó", Modernisims, Terrassa: CDMT, 2005.
a
EXTRAORDINARIO CONTEXTO
Considerado dentro de su propia historia, el traje de estos años no llama apenas
nuestra atención: ni tan brillante como el romántico ni revolucionario como el
que está por llegar. Por el contrario, no puede decirse lo mismo de las artes
iconográficas y el resto de las artes del diseño decorativo: el Art Nouveau (Modernismo)
constituye una etapa de continua experimentación, de una inquietud artística
sin precedentes. Fruto de este debate, surgieron las "vanguardias
artísticas", es decir, grupos de artistas organizados para defender la
innovación artística, para estar siempre a la vanguardia de la creación.
Líneas organicistas y vidrieras de colores vivos, señas de identidad del Modernismo. Escalera del Palacio Longoria de Madrid, diseño de José Grasses. Foto de viendomadrid.com |
Se
denominan vanguardias artísticas a aquellos grupos de artistas
contemporáneos que se unieron para fortalecerse en la difusión de estéticas
innovadoras. En algunos casos, los artistas se unían para fomentar y respaldar
novedades iconográficas (el Simbolismo, por ejemplo, promovía los contenidos
alegóricos); otras, para promocionar estilos novedosos (el Cubismo constituye
un ejemplo perfecto de vanguardia principalmente estilística).
Artes figurativas
Las disciplinas figurativas viven ahora la legitimación de algunos de
sus estilos más usuales todavía en el siglo XXI. Este es el verdadero legado de
aquellas primeras vanguardias o movimientos artísticos: desde entonces, estilos
hasta entonces considerados auxiliares o menores, han sido aceptados como
alternativos.
El Impresionismo asentó el estilo impresionista
o abocetado, hasta entonces rara vez utilizado como estilo final y solamente
en paisajes; gracias a la promoción de la vanguardia decimonónica llegará a
aceptarse este estilo incluso para retratos. Algunos de sus más célebres
practicantes fueron Monet, Renoir, Sorolla y Singer Sargent. Gracias a artistas
como Gauguin, Van Gogh, Munch o Matisse, las vanguardias denominadas Expresionismo y Fovismo, coincidentes en lo estilístico, consolidaron el estilo expresionista,
el cual exalta el color contrastándolo por medio de amplias siluetas. Por fin,
el Neoimpresionismo logró convencer
a artistas plásticos y del diseño de que sus figuraciones puntillistas debían
considerarse excelentes ejercicios con los aprender sobre el color, y todavía
hoy los ejecutan alumnos de bellas artes en todo el mundo.
a
Salomé acosando al Bautista en un dibujo de Beardsley realizado para ilustrar la obra dramática de Óscar Wilde |
Artes del diseño Las
artes del diseño quedaron cautivadas por el Organicismo, el estilo que compone sus líneas concatenando curvas
orgánicas, bautizadas ahora como “curvas de latigazo” porque en efecto
recuerdan el movimiento del látigo y su trazo aéreo de curvas de radio
variable. No solo la línea y la silueta son orgánicas. También lo es el color,
el color procede de la plástica vanguardista arriba mencionada, así como de la
fruta y de los insectos (caparazones, alas). El pavo real de espléndida cola
parece resumir la estética Art Nouveau y se emplea una y otra vez como
referente icónico. Por todo Occidente entusiasman la arquitectura de Gaudí y
Guimard, el interiorismo de Horta, las lámparas de Tiffany, el cristal y los
muebles de Gallé.
a La curva del latigazo dibuja los tallos decorativos en esta pieza de Émille Gallé. |
Volantes de valenciennes adornan este traje diseñado por Redfern en 1905. Fotografía extraida de la revista francesa Les Modes. Wikipedia |
2. INDUMENTARIA: La mujer candelabro
La mujer se erige sobre una falda cónica y aprisiona su tórax dentro de un corsé que la mantiene envarada, como si tuviera que mantener el equilibrio para dar mayor prestancia al
monumental sobrero. Este es el protagonista del vestir en el
cambio de siglo. La sombra de esta arrogante figura recuerda a la silueta del
candelabro: un balaustre acotado entre dos discos planos: el que sirve de base
(el ruedo de la falda) y el remate del ala del sombrero.
Lujo y funcionalidad
En la sociedad burguesa recién nacida de las revoluciones del siglo XIX se
combina por un lado la necesidad de proveerse de un atuendo confortable según
lo impone la mecanización de la vida moderna (automóviles, trenes, tranvías
urbanos, bicicletas) y por otro la voluntad de significar una alta posición social,
imprescindible para el espíritu todavía aristocrático. La indumentaria femenina
ilustra a la perfección este consenso que pone de acuerdo lo lujoso y lo
brillante con lo breve y lo modesto. No se renuncia a las blondas ni a las
sedas guarnecidas, pero agoniza la ampulosidad volumétrica: ni verdugados ni
polisones. Comparada con nuestra ropa actual, la indumentaria de la belle-époque
nos parece recargada; comparada con las modas románticas precedentes, se
percibe con claridad un salto hacia el funcionalismo que va a caracterizar al
vestir del siglo XX.
La silueta de moda. Imagen de datos desconocidos |
Lencería y
corsé "Salud"
Nace la lencería femenina. La lencería es a la ropa interior lo que el arte
es al oficio: una sublimación. En adelante habrá ropa interior tan bella y tan
cara como la exterior e igualmente confeccionada con seda. A propósito, uno de los corsés de moda fue el llamado "Salud", sin duda una
gran idea de la publicidad habida cuenta de la mala fama de esta
infraestructura torácica. Todos aquellos corsés proyectaba los senos hasta colocarlos varios centímetros a la
vanguardia de la damas, como abriéndoles paso, al teimpo que exoneraba los glúteos.
El servicio también vestía la silueta de moda. Fotografía de 1908 conservada en la Biblioteca del Congreso, Washington |
Blusa y trotteur Si la falda y la chaqueta se confeccionan
con el mismo tejido, obtenemos el traje sastre femenino, primero denominado en
Francia trotteur ("trotador") y más adelante tailleur
("sastre"). A principios del siglo XX el traje sastre femenino se
generaliza entre las mujeres que realizan trabajos administrativos o bien
ofician como institutrices. En seguida se convierte en la tipología fundamental
para los trajes de mañana. El término alude a una falda con el bajo recortado
para que no obstaculice el paso. El pie femenino no volverá a ocultarse en el
siglo XX y la zapatería se convertirá en la industria fetiche de las mujeres.
Camille Preyle vestida para el baile por Redfern y fotografiada en el estudio Reutlinger, hacia 1903 |
Seda marfil decorada con tiras de terciopelo negro, hermoso vestido de la casa Worth conservado en Nueva York, hacia 1900, Museo Metropolitano |
Simmel y Veblen Dos ensayos muy importantes en la historia filosófica del vestir se publican en los años del Art Nouveau. En Filosofía de la moda (1905) Georg Simmel es capaz de explicar los vaivenes morfológicos del vestir con una sola frase:
"La historia
entera de la sociedad podría reconstruirse a partir de la lucha, el compromiso,
las conciliaciones lentamente conseguidas y rápidamente desbaratadas que surgen
entre la tendencia a fundirnos con nuestro grupo social y a destacar fuera de
él nuestra individualidad".
Es decir, la imitación nos proporciona la satisfacción
del apoyo social, la conciencia de pertenecer a un grupo; pero cada uno de
nosotros, al mismo tiempo, tendemos a ofrecer una imagen que nos diferencie de
nuestros semejantes, un reflejo de nuestra personalidad única. De esta fricción
de intereses surgen las variaciones indumentarias, y unas se difunden mientras
otras se volatilizan.
Thorstein Veblen publicó en 1899 su Teoría de la clase
ociosa. Según su opinión todas las modas lo son de clase, y si la moda
cambia, esto se debe a que la clase alta trata las emplea para escapar de la
clase inferior, en cuanto la última alcanza a imitar las modas de la primera.
Pues bien, en el tiempo del art Nouveau apareció un nueva 'argucia' de la clase
enriquecida para evitar ser alcanzada por las clases desfavorecidas. Inventaron
la "propiedad en el vestir". Cada ocasión requería su traje, cada
momento del día también. Los elegantes poseían auténticos "relojes de
vestidos", con tejidos, colores y adornos adecuados a la circunstancia
social para la que había que vestirse. Claro, como las mujeres humildes
carecían de posibles con que procurarse ajuares tan extensos, empezaron a
disimular sus privaciones indumentarias sumando lutos: año y medio por un
padre, diez meses por un hermano, seis meses por un tío, tres por primos y sobrinos,
etc.
A
3. Worth y ALTA COSTURA El artista contemporáneo, a
diferencia del artista anterior a 1800, se caracteriza por ofertar obras, y no
solamente por realizar encargos. Para servir a este nuevo sistema comercial,
los artistas de la plástica se sirven de las galerías de arte o salas de
exposiciones, llamadas en aquel tiempo “salones”. A imitación de estos, Charles
F. Worth (1825-1895) se hizo célebre por proponer vestidos que nadie le había
encargado –como todavía hacen todas las empresas de confección— y por idear el
procedimiento más adecuado para exhibir sus ropas: las maniquíes vivas. No es
extraño que la costura contemporánea considere al fundador de la casa Worth el
pionero del diseñador de moda contemporáneo. A propósito, su casa de costura se
encontraba en la famosa calle de la Paz (rue
de la Paix), donde todavía se ubican algunas de principales casas del lujo
indumentario.